lunes, 7 de octubre de 2013

CAVIDADES DEL RECREO (con Fernando Marquinez)

SACROVISIÓN


Fetish



Un cruel emisario
apenas infectado por copos de lana
imita el sonido de la culebra,
invoca al señor de las sangrías.

La maldita gota,
ajada en su cuerpo
como una sierpe políglota,
inspira bulerías desenfrenadas.

Los copos ahora de maíz,
pocos más después,
flanquean un indolente domingo
capturado en vidrio,

avivan el ojo de las águilas
ante niños fetichistas,
amordazados por el caramelo
que baña la manzanita.







 Plegarias sin salvavidas



(1)

Agonías adobadas con migajas
navegan en un patíbulo constante,
padrenuestros y avemarías
desterrados en un bienaventurado desastre
sucumben en el bocado del luto.
Apenas si son una especie
de errante balbuceo
que siempre insiste
en mancharnos con sus sobras.



(2)

Desvestir los brazos certeros
del sastre rector compuesto
y otra gloria en desuso.
Digerir el canapé descollante,
un  banquete corrompido
por resabios del mejunje
en los resquicios viscerales del cordero
o concurrir seguido
al naufragio sin amén.



Circuncisión



Un bautismo de difuntos
para gemir sin dolor
ni pecado original
y llorar por los que están despiertos.


Otra utopía del rito:
monitorear la ingravidez
en ciertos días de perdón
y rezar
por los que derraman la sangre.



Cistitis islámica

Él es quien ha hecho que las dos grandes masas de agua fluyan; una dulce, agradable; otra, salada y amarga. Ha puesto un espacio intermedio y una barrera infranqueable entre ellas.   (Corán, 25:53)




Del hábito fósil se descubre la puerta
hacia la piedra negra
y fecunda
la encapsulada estrella de un velo.

Dar el Zakat[1]
en rezos saturados de rodilleras
para que un rolinga clonado
pueda mear la Meca
mientras ayunan los perros
y se pone el sol.

Nadie se aventura
a cruzar la mezquita con el mezcal,
Abraham deberá esperar entonces
los resultados del urocultivo.




Karma Sutra


¿Quién vomita sus manicomios
antes de cortarse las uñas
y fabula mil falacias
después de crinar sus canas?

¿Quién cruje sus huesos
antes de tomar el vino
y se escuda en el certero
placebo del tabaco?

En este nido de ausencias,
pecamos.
En este cuarto de mierda,
empacamos
las células de una maleta
que hizo raíces
desafiando las leyes cósmicas,
emplumando los brotes de lengua
con pañales descartables.



De los intervalos de las pupilas



El gurú estampa su firma
en un papel comercial.
Para lograr un alquiler
se necesita algo más que luz;
la mente cuelga de un cielo tántrico,
eléctricos mantras dilatan las pupilas
a la medida de las sombras

y si la eficacia de una mirada se define
por su intensidad de gradación,
las gradas confundirán
el sentido pendular del ocio

y la contemplación mediática del intervalo
será la única concordancia
con el blanco y negro.


De las cosas que tenías para darme


La frondosa filigrana de las ascuas,
el olor a mandarina en las manos
y un labio astro
se consuman
al efecto derruido de otra divinidad
como el inabarcable reposo del hijo pródigo,
labrado al óvulo del sextante
para ungir desde la ración obtusa de los cirios 
todas las formas.

El sencillo sello de las láminas,
la paciencia enhebrada en miradas y panaceas
diseminan una lisérgica voluntad de responso
como la magia en hilachas
del samaritano detenido en la farsa del espejo
para pergeñar
desde la geométrica fase de las cruces
toda incertidumbre de fe.

Yo sabía de las cosas que tenías para darme,
los dedales y la ulceración,
la selva de un patíbulo vidriado,
el hambre vestibular.
No dudaba de la harapienta llaga de la armadura
en la ceremonia cifrada de los indicios.
Será entonces hasta que se acueste el barro
en la imagen estampada sobre la pared
para prescindir del riesgo
contra una instancia en cuclillas.



Del réquiem y otros gustos



La teta más austral
de un continente ausente,
el sexo más urgente,
húmedo y equidistante,
siempre cerca.
En las nubes de un vestigio
despide el vaso todo el líquido
y la resina nula da una vez la misma hora.

Desde que inventamos su espalda,
desde que imaginamos su cuerpo
hasta parir otra imagen difusa,
esta huelga de timbres
liga mis dedos al vacío
como el sueño del alambre
al hambre,
como el vicio del servicio
novicio en deslices.

Hoy no hay nadie en casa,
sólo el pudor
de lo que se comprende a tientas
en nuestra misa de alcauciles.














CALIDOSCOPIO DOMÉSTICO
                                   


Del hábitat

El ojo de la bañera
digiere la sangre
de la vez
en que decidimos cortarnos.
                 


Escena pluvial

Las gotas ópticas
nos dan la venerable apariencia
del retablo.
                                  
                       
                       
Nuestra obra obra por nosotros

 La pasta de dientes
 nos redime
 de la excrecencia del mercado.




In the bathroom (circa W.C.)

La bolsa de residuos alberga
nuestras ofrendas de molusco
en cuentagotas.



La introspección de todo guión

La llave se lleva nuestros miedos
desata otras privadas miserias
de escenas interiores.



Ducha

El megáfono nos convierte
en fascistas de nuestra finitud.











Logos epi

El semáforo dosifica nuestra
inducida quietud, insistiendo
con su tinte escarlata
propio del crepúsculo
de un vidrio hecho añicos.




Ducha dos

El felpudo es nuestro esclavo
cuando desechamos
el megáfono
y adulamos las botas.



La siega

El peine domestica
la última selva de liendres.
Sus dientes mastican
otro banquete que conduce
a una paradisíaca bola de billar.



Efecto Doppler[2]

Apenas un abandono
de electrones
disipa la noche
y la cuaja
en las chispas de cerillas
disparadas hacia otros confines.







Ajuar

Urja el vapor anclado
menaje prestatario
y el último sabotaje.





Sauna

Presuntuosa,
la lisérgica coyuntura
se olvida de la gillette
que quedó dormida
en la espina dorsal.




Jacuzzi

Cuando el tanque de agua
vulnere la hendija,
será el líquido cálido
de la lumbrera
el que configure otro
amanecer viral en la boya.




Gimen los mingitorios

El sonido primal
de lo no retornable,
lo convulsivo
preserva la fauna y la flora
de los anaqueles existenciales
del intestino delgado.























FAST FOOD


Promo




La lombriz 
arrastra el castigo,
se arrastra hasta el alambre
para vaciarse
y bosteza,
el letrero de un Mc Donald´s
la invita a pertenecer.
Ella siempre prefirió
sacar provecho del plato ajeno,
y disipar el combo
que sale con fritas.




Aderezos



Otro labio manchado.
La marca poda la piel
de todo eso que fuimos
cuando no había luz.
El pan caliente
se unta en la garganta
hasta envasar el beso del choclo
y acomodarse,
ya no hay mas aderezos
en la lima indigesta
de todo acto normal
devenido en superpancho.




Desguace



Bocetos
en la marea
vaporosa de la olla.
Un súper sueño 
supura queso derretido,
cadáveres sonoros
afloran de la radio a.m.
y carozos de aceitunas
son lo único que queda
sin triturar
en esta escena acartonada
del desguace 
y la prisa digerida.







 



Sonatina



Las facturas pasan facturas.
En la emergencia del azúcar,
impalpables
frituras de vinilo
transitan óleos,
emulan chimeneas
de ruido blanco
cerca de un burbujeante licor
de chispas que crujen y parodian
la sonatina de los grillos
bajo la anticuada alacena.









Metempsicosis[3] en el basural



Una lata de tomates
muta en chatarra,
alberga
una jeringa en desuso
mirada con desapego y repulsión
mientras se denigran
fósiles de salsa
ante el contacto de un periódico
que alguna vez
envolvió tomates peritas.













PUNTOS DE INFECCIÓN



Punto aerosol



Viciados fotogramas
absorben
la opacidad indivisible del aplauso.

Esporas vitales
sin celuloide:
nada se mueve,
nadie respira
afuera del punto aerosol.



Punto aeroluna




Nuestra diáspora
de vacuidades.
Anagramas
con flash
contra todos
y cada uno de los planos detenidos,
la periferia mengua
hasta llegar a Capricornio.



Punto aerotierra




Un paria mudo,
la voz excluida de toda exclusión,
se vela un rollo
y la imagen soslayada
despunta lo ajeno a la superficie
para gestar las coordenadas
del movimiento de traslación.

 



Punto aeromar

 


La velada simbiosis
de un faro
delineando la sal
se convierte
en ceniza de cigarrillo.
¿Sueñan los pulpos
con cazuelas de náufragos?




















SORTIJAS ELEMENTALES
 Nomenclaturas


Rótulos
de un prefijo tuberculoso
alteran
la sangre que reniega
de su pasado arterial,
nomenclan
otro vulgar sueño hipodérmico
vestido de cal viva.

Al borde de una camilla
ociosas peripecias
se hospedan
en adulterados vaticinios
(la sana costumbre
de un crepitar promiscuo).

Encapsulada en la piel de una oruga,
la figura turística del enfermero
anestesia mañanas,
la vulgaridad es ahora algo más
que la mítica asepsia
y todo lo que se olvida
al despertar.



Cosmogonías

Yo también tuve una muñeca
pero jamás pudo verme.
(Del diario de Barbie)

(1)

La ingrávida cosmogonía de ciertas ostras
al sur de todo grano de arena
deja sus marcas en la playa
donde acaba el pavimento
y nos duele la ropa:
inacabadas formas
de componerse a horario;
mirar lo que pasa
como si no pasara nada,
después vendrán los hijos
de otra costa desnuda
a morir de agua.

(2)

El peso lunar preserva la cíclica estocada,
nocturnas brevas de alimañas
vislumbran el pasillo de un caracol.
En medio de la marejada,
mil rocas adhieren sus cabellos
a lo traslúcido en las algas,
leyendas de perlas y predadores
reducidas al plagio de lo pétreo.
Sobre el cuarto menguante
la insolencia de la espuma
dormitando en el espiral
de un pozo de agua.



Sortija

 

Guardó un secreto
entre rejas de alfileres,
saboreó un zigzag de autitos chocadores
arropados con navajas,
masticó todas las cruces,
vomitó los cristos
y no hubo
cura, brujo ni médico de guardia
que pudiera calmar el mareo
y adormecerlo
sobre el vientre de un carrusel
heliocéntrico,
bajar el brazo extendido,
y cerrar los ojos
del caballito de madera.

A medida que pasa el tiempo
van cayendo uno a uno
los barrotes,
el punto de suspensión
se mantiene invariable
en su tertulia de engranajes
sobre el eje rotacional de la tierra
pero aún no se ha revelado
el mejor de los secretos,
ese que todos quieren guardar
para seguir dando vueltas.

 



Kimono colorado



Un prolapso rupestre
de ascensores
desafía la liosa gravidez
hasta que irrumpe el impacto
en la composición rasa del espacio.

No era menos que el desenlace en la escena de rubias,
los esquimales congelados aguardaban el saludo final
silenciados en la oscuridad de los camarines.
Cuando había luz
todo teatro podía convertirse en iglú,
pasaban el resto de las horas
asumiendo papeles secundarios,
tomando baños de sal en un géiser
confitando la escarcha boreal
que despiden los trineos desbocados,
troquelando muñequitos de nieve
con olor a incienso
para no dormirse en los interludios,
la horizontalidad de una línea entre acto y acto.

No era más que la intervención ulterior de las morochas
simulando el rol de las estalactitas,
colgadas del semicírculo del techo
como arañas seducidas por el fuego
y su armonía imprevista.
Los confines insurrectos de la tierra
intuyen la proclamación endémica de una escalera,
y toda bata inquilina se desliza
entre blancos cabellos
que simulan peldaños
desde los epitafios de guiones pretéritos
hasta la boca de un iceberg.


Taxi-Dermia



Embalajes y metales,
disecciones y displacer,
disecados en un lóbulo,
reflejados en un glóbulo,
nos diluimos
sin solución de continuidad.

Prismas y dermis
prisioneros de panaceas inútiles
recorren el mundo
en vehículos de alquiler.

Fascinados por el vértigo,
designados por lo sórdido,
nos permitimos vacilar
cuando baja la bandera
y una planicie contaminada
por las callosidades
de un pigmeo arcano indescifrable
nos somete a la disolución,
a la discontinuidad de la tardecita.



Fantasmas

(1)

Nunca irás con tus cadenas
de olvido
fuera de esa selva,
tu rostro está inquieto
y palpita la agitación
en las cavidades de los rayos.


(2)

Somos como gotas flageladas
por el impacto del acero inoxidable
entre los quebrantos del pacto
para volver a cero,
por la comisura de un agujero negro.



(3)

La cura virtual de los agujeros en la piel
depende siempre del aburrimiento,
será por eso,
que no te veo esta noche
entre la niebla y el grass.





Alta tensión



Por los coágulos
de las venas del velador
vagan
tu pintalabios,
el carro de la basura
y las bolitas de vidrio
con las que supe repletar de chico
los pozos del baldío dispensado.

Un escalofrío hecho río
dispara lágrimas de rouge
arrastrando un nostálgico voltaje
de velitas de cumpleaños.
Después de cada madrugada
hormiguea al son de un  melancólico anhelo,
casi un hervor de bombillas
en latencia.

Entonces,
habrá que dispersar la congestión
hasta provocar un contacto
para que salpiquen las chispas 
de sexo toda la noche,

habrá que dilucidar
la trampa del fósforo
ante la humedad que guía
las entrañas de todo ciclo avizor,

habrá que eludir el trance de la luz
hasta que alguien cambie la lámpara
o encienda una vela.




           










CAVIDADES DEL RECREO
Ser rengo

La cata del catalán        
simulando los riesgos del vaciamiento 
el coto anunciado de los genitales.

Hubiésemos querido acabar así,  
como un suspiro precoz adyacente   
la continuidad de una rueda
en otra...       
La erosión de una almohadilla
enquistada en la sepultura   
de una línea    
era escaldar la nariz violentando
con la incipiente promiscuidad    
de un coito   
hasta sentir la rigurosa estirpe de un arpón
anclada en la entrepierna.

Hubiésemos querido acabar ahí
desde un copetín cauto, 
una mirada,  
nuestros refugios sumariales  
adormecidos en los ojos  
en la ventana incauta 
de Goytisolo            
sólo en esta unción progenitora     
desacatada o siniestra.
Fuimos algo más que una incógnita
un francotirador diestro
en la palma de la mano...

Hubiésemos querido que el catalán
peine otra línea en el glande 
y succione hasta blanquear.

Decir que la imposibilidad  
no tiene términos,   
que la premisa mayor del coño,
la menor de la verga,   
concluya en la sagrada periferia
de un silogismo gastronómico.   





 Ser Bípedo


La bola del bolita
revelando el riesgo de implosión
de un amargo esferoide tripulante
en el último tracto intestinal.

No pensábamos disgregarnos así,
en un tardío barrido de pantalla
en un monitor troquelado
por piedritas adheridas
a la periferia del abrazo
y su esquina
de puño inalámbrico.

La ilusión de un papel glasé
era arroparse
en la sinfonía de un bastón,
empaparse en la humedad de
una boca arpegiada por madamas
y anunciar la libido
en una orfebre curva de piernas.

No pensábamos disgregarnos
desde un cóctel furtivo
a una artesanal zanjada
de cíclopes girando al descubierto
para enderezar los inocuos chopos
como si fueran un placebo
o un vademécum
repitiendo las cifras
en su equinoccio cilíndrico.

En medio de una fuga hecha billetes
fuimos pariendo
una insulsa madrugada.
Encontramos sólo pleamares,
eclipses de restos bipolares
hundidos bajo el retrato de su norte.

Hubiésemos preferido otra escena,
otra historia de mulitas y camellos,
otra mixtura diluida
en ghettos y atmósferas.

No tiene caso pensar
que el pasadizo pierde la lógica
en una tumba profana
para expulsar
las invariables metonimias
de toda anestesia.
.

 



Nuestro Andrés



Tu agujero predador me habla;
me dice todo lo que un agujero predador puede decir
y me toma, quiere que lo tome
hasta succionar desde la nuez
todo el cuerpo pretérito.

Sorber una peatonal,
una calesita lejos del estiércol,
una manzana meliflua
que pegue los pezones
al domingo de Ramos,
la resurrección potencial
de la carne en el nácar
la tracción a sangre de todo compromiso,
la ración diaria, tu ayuno,
mi abstinencia, tu jarabe antitusivo
mi eyaculación precoz.

En las pascuas siempre llueve
( como en el día de los muertos
se secan las flores),
el colectivero tendrá que conducir
sus pasos hasta la casa,
el fletero deberá incendiar
lo que queda de los muebles,
el cartero podrá leer nuestras miserias
y ciertas postales de cuaresma.

En ascuas nos vimos una vez
hasta que la sequía nos bendijo,
otro oráculo predijo un aluvión de manchas
anchas formas de recrearse,
avanzar a lo abisal,
adormecer lo ínfimo y la pléyade
atizar la reticencia,
lo amorfo,
el porte aniquilante
en la descompostura,
la piadosa furia de un basural
hecho aerolito,
los restos de la ciudad perdida
como un vecindario servil
que escape de una palabra absoluta
y se componga
en el complaciente aguijón del veneno
y la perseverancia de las papilas gustativas
ante un famélico rocío.

Tu agujero predador me escupe;
me moja todo lo que
un agujero predador puede mojar
y me alivia, quiere que lo alivie...


Cavidades del recreo


La alergia posiciona sus mucosas
en un punto demasiado trascendente.
El polen atesora un estigma
en su ínfimo registro
y no vemos
la endémica filigrana del refugio
disecada por su ósmosis congruente.

Cada orificio tendrá que adentrarse
en las cavidades del recreo
hasta que vuelvan los pliegos cetrinos,
el papel higiénico proxeneta
o los toneles desvencijados
en los bordes del labio
pero vemos
que el viento también hace lo suyo,
remolinos insistentes determinan
la implosión del estornudo,
la invisible congestión
de narinas diseñadas
para el estrepitoso fragor
de un pañuelo abanderado.


La concepción de las comisuras



Abjurar de supuestas culpas
ante un toro de Falaris[4]
sosegado en su hermetismo.

Claudicar la espera en los pasillos
de pedestres aranceles
aún mojados.

Soportar ordalías y sambenitos
ante un achicharrador edil curul
de plaga y peste.

Forzar un momento sin oriente
un acto de penetración
que soslaye la impiedad del látex.

Eludir las cajas negras
que acaparan datos para el FBI,
la promesa de otra vida
después de las alas.


Otro plagio más


Paquidermo al sol
enroscado en la válvula inmediata
y dispuesto a darlo todo sin recibir.
Mariposa de dios
delegada en el títere parkinson,
de un muñeco fotofóbico.

Los que nos hacen el daño
sucumben ante la infertilidad
del titiritero.
Camino al suelo no hay cielo
que crezca otra vez,
sólo un desierto ortopédico
enlodado en la esfinge tribal
y fábulas carcomidas
por los credos de un graznido.

Nada sirve para desenterrarte,
ni el corte ni la confección,
ni la siniestra cueca llena de perfidia.

Meando en la olla
de los mezzosopranos,
como un rapsoda de fin de milenio:
simpáticas tonadas que ya tienen amo
estás devorando.



Ojotas y musculosas

 

(1)


Concebir escudos
de telgopor en bolitas
donde rasque un dedo
y se caigan los pedazos
sueltos.

Parar un walkman
como la guerra
en la lucha
cuerpo a cuerpo
y la música de parches.

El enemigo en la mira,
mira
como revienta el mundo
mientras tanto 
creamos héroes
de ojotas y musculosa.



(2)

Maniatar soldados
de plastilina en rodajas
donde duerma la pólvora.

Demorar los comunicados guerreros,
para que se alivie un herido
como la lava
en la sal.

Partícula a partícula,
una súplica de lírica,
una bala en la ojiva
gira
como el mundo
mientras otros
deciden quién lleva la ojota
y quién la musculosa.


Último grito de la tribuna



El gato ronronea
cerca del zumo de naranjas
y el tejido de crochet.
La ropa tiene un inconfundible olor a viejo.
El gato supone
que la fetidez del hilo
excede el dolor de las agujas
o la apoteósica gentileza de un gajo.

Ante el consumo del néctar
presuntas complicidades
enrojecen hasta morir
en los pómulos.

Soporto las dosis de frescura,
la espuma de mar
se lava ante mis ojos
la arena está ácida, desierta,
molida y seca.

En el valle se fermenta
lo hueco de tus ojos.
Mi cuerpo se siente despreciable,
el gato va a atraparme
cerca del televisor.
Muero en sus garras
mientras observo en la pantalla
la hipnótica secuencia,
el último grito de la tribuna.


Precipicios



La actriz excedida en caroteno
aún conserva
el propóleo en sus enzimas.
El colágeno satura la imagen
de los años dorados,
ya no hay garbo
solo grietas en ayunas
y plastilina incendiaria.
Dentro del sismo
la escena de los enanos
repele sus garabatos erguidos
de silicona aplastada.

Tal vez alguien haya visto
a la polaquita desvestirse
entre los escombros del baldío.
Su agitada desazón,
por no ser ni siquiera extra
en la histeria del cosmos
y la sima insurgente
en la historia de mocos,
la misma cirugía de siempre.

En los precipicios basta saberse muerto
para solazar la caída
y lo que queda de ella.


Caída libre

 


Anormales mármoles del morbo
dosifican somáticas peripecias
para que una sustancia psicoactiva
flagele a un changarín
y la luna permanezca ajena
al croquis del siniestro.

El andamio desvencijado
cede ante la perpendicular hegemonía
del rascacielos

y no hay forma
de perecer en la caída libre
como el espacio angular
de cada fístula.


Aperturas y cerramientos



Cerrar una llave
para que duerma el agua
en los caños
y se potencie
el mínimo rocío del eco
en cada espasmo de gotera.

Abrir dos puertas
para que pase el viento
a la intemperie,
cargándose una alfombra
en desuso.

Cerrar un paraguas
para heredar al suelo la desgracia.

Abrir un cajón
para aliviar la reclusión
de fotos arcaicas.

Surcir un remiendo
para alejar del hueco
las sobras de un banquete peripatético,
abrir dos piernas
para entrar
por donde hemos salido.
























CELEBRACIÓN DE LA BOTELLA
Botelleros



El ciruja degusta el olor a humedad
de las grietas que anidan
en los barrotes de su frente.
Adivina la mortecina trampa
de sabores pasados
mientras oscila un pontón
entre sobras, migajas
y la anorexia de los cartones corrugados.
                
La noche coagula senderos liláceos,
el vaso asume su papel de simple mensajero.
Afincados en el aliento,
rumores de vapor escapan
como siseos alcoholizados
y vehementes.

Entre las botellas vacías
el burgués descarta otro amanecer
que el ciruja recolecta
mientras ambos
flotan diluidos en el aguardiente.



Insomnio


Perpetuo estúpido nocturno desvelo.
Un sueño gelatinoso
acaba con el estupor
a boca de jarra,
y la botella celebra otro ocaso perimetral,

acaso un señuelo del insomnio
para postergar la obviedad
sin premoniciones,
acaso la aridez de la ojiva escarlata
horadando la sien
y daguerrotipos blandiendo
espadas de humo.

La cóncava eclosión difuminada
no mece el párpado,
lo aniquila hasta eclipsarlo.

La náusea todavía perece,
su apotema inmola los restos
en el viejo abstemio,
en la vigilia coagulada
de un hijo de puta que no duerme.


Artificios



(1)

La bengala que atraviesa
el fuselaje del árbol
no es más ni menos fellinesca
que los años nuevos
que festejamos viejos
sin sidra en la botella.



(2)

El disparo que se adivina
entre el concierto de festivos retumbos
apenas minimiza la tragedia
de la pendencia post-sidra
que sacude hasta las raíces
de un arbolito de navidad.



 

 

 

 

 

 

 

 

 GEODESIA[5]

No hay tono


La furia ocular
traspasa el mentón sumariante
ahogado por la constelada monotonía
de un océano papel oficio,
disecado en un monólogo
tan anegado y análogo.

Nubes de dinero se tatúan
en afiebradas pupilas,
todo es un cromático caos
de uso y abuso.

Archivos triturados duermen
junto a las polillas.
Una opiácea melodía atraviesa
la oquedad de los pasillos
y se masturba en la pizarra
de un niño boy scout
siempre listo para la acción
en una oficina
sin tono de discado.
Suicidio hibernado


El frío amalgama el desperdicio inspirativo,
la gastronomía sufre astronómicas mutaciones,
drásticas y erráticas.

La ciudad se concubina con el peyorativo azar
de la violencia urbana,
los imperativos madrugados del desprecio
inusitado e introspectivo.

La foto sigue tiritando en huesos propicios
para el fuego envestido,
los deslices de la combustión fingida,
el vuelco del ave rapaz
amordazada por el brioso intento
de la posible desaparición.

Hoy no hay gas.
En el loft, el tipo aburrido
se quita la vida por décima vez
pero en esta condenada ceremonia
la bala se congela y no sale.

Los rituales del despojo
amamantan la agonía de las bragas,
dosifican la enagua calamitosa
de ese psicópata llamado invierno.




El orden del producto no altera los factores



Una espesa miel de treguas
cubre las plumas del guerrero
en ascuas,
edulcorado
por alfaguaras de paz.

La disimulada paciencia
de las abejas
concierne a la inercia
de todo pretexto humano
fuera del enjambre.

El farallón de las murallas
conmueve las astas,
la insensible pasta de las armas
se desliza en polvorosa derrota.

Todo límite telúrico
encierra una granada enquistada
por los modales del pómulo.

En fogatas submarinas
se destilan encantos
en un último intento
de transpirar horrores coagulados.

Crepitan destellos
hasta olvidar la intimidad
de las matemáticas,
nadie se avienta de las cifras.

Tigres cebados
a la luz del fogón
velan los esmirriados
surcos de la quiromancia.

Revelaciones confortan
intervalos de sexo
con las indefinidas formas de gel
agriando las runas.


Bucólica



Tenía la frente ruborizada,
el tótem deslucido en su corpiñito flojo,
los ojos cóncavos,
los dientes convexos,
la uña del dedo gordo del pie encarnada,
el cutis desarrugado,
la palma de la mano destejida,
la nariz gruñida,
el cabello subido de tono
y una súbita coalición con los movimientos flemáticos.
Cuando en su boca deshacía uno a uno los caramelos de goma
bastaba comprender los soliloquios mandibulares
para olvidarse del espesor de los chupetines con chicle,
y caminaba, caminaba, caminaba...
Tupía en su andar las plumas
que las gallinas desparramaban en el patio,
después recogía los huevos con una canasta dócil
hasta batir la predicción de una tortilla.
Conservaba en su garbo la paciencia del pastor
guiando su rebaño hacia
un afable remanso melancólico.

Yo siempre quise una nena bucólica,
que suture las contusiones
internadas en la periferia de la urbe,
que amalgame letanías y atribuladas espigas
ante un silo empinado,
que se acueste temprano
y se levante a ordeñar las madrugadas de cada ubre,
esas manijas flácidas embutidas
en la humanidad de las vaquitas.

¡Iremos a congregar la siembra y nos tiraremos sobre una manta
en la maleza, a ver las formas manoseadas
de algunos nimbos!
¡Volveremos a despuntar arbolados en nuestra propia sombra,
y no oiremos el zonda bordear con sus simunes
todo tipo de locuras!

Cuando me mire
volverá la adrenalina a su andamio persuasivo
y el jaguar hará su ajuar
en la pólvora de rubor domesticado.
Cuando la toque,
será una cajita de música
o tal vez un ringtone,
se harán prado los mosquitos,
pasto los planetas
y núcleo los meñiques.
Cuando me toque,
sabrá que toda prominencia
es invisible al tacto,
al menos que don Cornelio
encienda los reflectores.


Bucólico



Por una atómica cadera
el campo del ojo
cosecha retinas
sin espigas.

El pajonal sostiene
un verdor de murmullos,

alitera cizañas sin focos
ni dioptrías,

hechiza la sombra
detenida en un surco
que no parpadea.


Bodas de sangre
                                     A Federico García Lorca



La dote se inmola
en un tajo de acero extasiado,
cubre la sábana promedio
con címbalos y pétalos,
sobrevuela escalinatas,
inoxidables manteles bordados
y una tarjeta de Andy Warhol
como exenta
de toda fumigación civil
en los avatares
de una uña.

No es difícil adivinar
la medida de la sangre,
una anárquica pulpa de cereza
que corre tras sus pasos.




Un doping heroico


La leyenda no recuerda
-injustamente-
a los caballos
de los héroes dopados.

Nadie soporta una cabalgata
descalzo
con el aura del escudo;
el billete devaluado
consume los bolsillos
y preserva de otro modo
el poder amorfo de un jockey
montado en cierta cúspide de falacias,
el glamour de los estribos
o la cabeza del pony.

Ya no importa si hay envites
o cheques desfondados
purgando la delicadeza
de este morbo.

La leyenda recuerda
-justamente-
a los héroes
de los caballos dopados.



América
                       A José Martí


Un muñeco
modelado en arcilla
con la figura de un conquistador
adorna el trasto,

una flecha clavada en la nuca
del viejo cacique
respira condenas.

Una danza
suplicando por lluvia
tras la sombra de un chamán
traza gélidos infiernos,

el suelo regado por la sangre
de una espada
sólo trae sequía.







[1]No se conoce la existencia en cualquier otra lengua de un equivalente a la palabra coránica Zakat y del significado que conlleva. No se trata sólo de una forma de caridad, impuesto o diezmo. Es un deber impuesto por Dios y asumido por los musulmanes en beneficio de la sociedad en conjunto. Dar el Zakat significa "dar un porcentaje especificado sobre ciertas propiedades a ciertas clases de gente necesitada".
(Fuente: EL ISLAM EN LÍNEA, http://www.islamenlinea.com/)
[2] Es la variación aparente de la frecuencia de cualquier onda emitida, ya sea luz o sonido, cuando la fuente de la emisión se acerca o se aleja del observador. Este principio físico lo describió por primera vez el físico austríaco Christian Doppler, en 1842. De este modo, cuando un objeto se acerca al observador, sus emisiones se comprimen, aumentando la frecuencia, y cuando se aleja se expanden, disminuyendo la frecuencia. Este efecto explica por qué cuando una fuente de sonido de frecuencia constante avanza hacia el observador el sonido parece más agudo (de mayor frecuencia), mientras que si la fuente se aleja parece más grave. Al igual que ocurre con el sonido, las líneas del espectro luminoso de, por ejemplo, una estrella, se desplazarán hacia el rojo si la estrella se aleja del observador o hacia el azul, si ésta se acerca. (Fuente: Wikipedia, La Enciclopedia Libre)

[3] Doctrina según la cual una misma alma puede animar sucesivamente varios cuerpos, ya sean humanos,  animales o vegetales.

[4] Se atribuye al tirano siciliano Falaris el uso de un instrumento de tortura consistente en un toro de metal hueco, donde se introducía a los reos. Luego de cerrar la abertura, el toro era puesto sobre fuego y, al quedar incandescente, los gritos de la víctima sonaban como bramidos de un animal verdadero. Este método fue incorporado más tarde por la Inquisición.

[5] El término Geodesia, del griego γη ("tierra") y δαιζω ("divisiones" o "yo divido") fue usado inicialmente por Aristóteles (384-322 a.C.) y puede significar, tanto "divisiones (geográficas) de la tierra", como también el acto de "dividir la tierra", por ejemplo, entre propietarios. La Geodesia es, al mismo tiempo, una rama de las Geociencias y una Ingeniería. Trata del levantamiento y de la representación de la forma y de la superficie de la Tierra, global y parcial, con sus formas naturales y artificiales. La Geodesia también es usada en matemáticas para la medición y el cálculo sobre superficies curvas. Se usan métodos semejantes a aquellos usados en la superficie curva de la Tierra. (Fuente: Wikipedia, La Enciclopedia Libre)

No hay comentarios:

Publicar un comentario