SACROVISIÓN
Fetish
Un cruel emisario
apenas
infectado por copos de lana
imita
el sonido de la culebra,
invoca
al señor de las sangrías.
La
maldita gota,
ajada
en su cuerpo
como
una sierpe políglota,
inspira
bulerías desenfrenadas.
Los
copos ahora de maíz,
pocos
más después,
flanquean
un indolente domingo
capturado
en vidrio,
avivan
el ojo de las águilas
ante
niños fetichistas,
amordazados por el caramelo
que baña la manzanita.
Plegarias sin salvavidas
(1)
Agonías
adobadas con migajas
navegan
en un patíbulo constante,
padrenuestros
y avemarías
desterrados
en un bienaventurado desastre
sucumben
en el bocado del luto.
Apenas
si son una especie
de
errante balbuceo
que
siempre insiste
en
mancharnos con sus sobras.
(2)
Desvestir
los brazos certeros
del
sastre rector compuesto
y
otra gloria en desuso.
Digerir
el canapé descollante,
un banquete corrompido
por
resabios del mejunje
en
los resquicios viscerales del cordero
o
concurrir seguido
al
naufragio sin amén.
Circuncisión
Un bautismo de difuntos
para gemir sin dolor
ni pecado original
y llorar por los que
están despiertos.
Otra utopía del rito:
monitorear la
ingravidez
en ciertos días de
perdón
y rezar
por los que derraman
la sangre.
Cistitis islámica
Él es quien ha
hecho que las dos grandes masas de agua fluyan; una dulce, agradable; otra,
salada y amarga. Ha puesto un espacio intermedio y una barrera infranqueable entre
ellas. (Corán, 25:53)
Del hábito fósil se descubre la puerta
hacia la piedra negra
y fecunda
la encapsulada estrella de un velo.
en rezos saturados de rodilleras
para que un rolinga clonado
pueda mear la Meca
mientras ayunan los perros
y se pone el sol.
Nadie se aventura
a cruzar la mezquita con el mezcal,
Abraham deberá esperar entonces
los resultados del urocultivo.
Karma Sutra
¿Quién
vomita sus manicomios
antes
de cortarse las uñas
y fabula mil falacias
después de crinar sus canas?
¿Quién cruje sus huesos
antes de tomar el vino
y se escuda en el certero
placebo del tabaco?
En este nido de ausencias,
pecamos.
En este cuarto de mierda,
empacamos
las células de una maleta
que hizo raíces
desafiando las leyes cósmicas,
emplumando los brotes de lengua
con pañales descartables.
De los intervalos de las pupilas
El
gurú estampa su firma
en
un papel comercial.
Para
lograr un alquiler
se
necesita algo más que luz;
la
mente cuelga de un cielo tántrico,
eléctricos
mantras dilatan las pupilas
a
la medida de las sombras
y
si la eficacia de una mirada se define
por
su intensidad de gradación,
las
gradas confundirán
el
sentido pendular del ocio
y
la contemplación mediática del intervalo
será
la única concordancia
con
el blanco y negro.
De las cosas que tenías para darme
La
frondosa filigrana de las ascuas,
el
olor a mandarina en las manos
y
un labio astro
se
consuman
al
efecto derruido de otra divinidad
como
el inabarcable reposo del hijo pródigo,
labrado
al óvulo del sextante
para
ungir desde la ración obtusa de los cirios
todas
las formas.
El
sencillo sello de las láminas,
la paciencia enhebrada en miradas y panaceas
diseminan
una lisérgica voluntad de responso
como
la magia en hilachas
del
samaritano detenido en la farsa del espejo
para
pergeñar
desde
la geométrica fase de las cruces
toda
incertidumbre de fe.
Yo
sabía de las cosas que tenías para darme,
los
dedales y la ulceración,
la
selva de un patíbulo vidriado,
el
hambre vestibular.
No
dudaba de la harapienta llaga de la armadura
en
la ceremonia cifrada de los indicios.
Será
entonces hasta que se acueste el barro
en
la imagen estampada sobre la pared
para
prescindir del riesgo
contra
una instancia en cuclillas.
Del
réquiem y otros gustos
La
teta más austral
de
un continente ausente,
el sexo más urgente,
húmedo
y equidistante,
siempre
cerca.
En
las nubes de un vestigio
despide
el vaso todo el líquido
y
la resina nula da una vez la misma hora.
Desde
que inventamos su espalda,
desde
que imaginamos su cuerpo
hasta
parir otra imagen difusa,
esta
huelga de timbres
liga
mis dedos al vacío
como
el sueño del alambre
al
hambre,
como
el vicio del servicio
novicio
en deslices.
Hoy
no hay nadie en casa,
sólo
el pudor
de
lo que se comprende a tientas
en
nuestra misa de alcauciles.
CALIDOSCOPIO DOMÉSTICO
Del hábitat
El ojo de la bañera
digiere la sangre
de la vez
en que decidimos
cortarnos.
Escena
pluvial
Las
gotas ópticas
nos
dan la venerable apariencia
del
retablo.
Nuestra obra obra por nosotros
La pasta de dientes
nos redime
de la excrecencia del mercado.
In the bathroom (circa W.C.)
La
bolsa de residuos alberga
nuestras
ofrendas de molusco
en
cuentagotas.
La introspección de todo guión
La
llave se lleva nuestros miedos
desata
otras privadas miserias
de
escenas interiores.
Ducha
El
megáfono nos convierte
en
fascistas de nuestra finitud.
Logos epi
El
semáforo dosifica nuestra
inducida
quietud, insistiendo
con
su tinte escarlata
propio
del crepúsculo
de
un vidrio hecho añicos.
Ducha dos
El
felpudo es nuestro esclavo
cuando
desechamos
el
megáfono
y
adulamos las botas.
La siega
El
peine domestica
la
última selva de liendres.
Sus
dientes mastican
otro
banquete que conduce
a
una paradisíaca bola de billar.
Apenas
un abandono
de
electrones
disipa
la noche
y
la cuaja
en
las chispas de cerillas
disparadas
hacia otros confines.
Ajuar
Urja
el vapor anclado
menaje
prestatario
y
el último sabotaje.
Sauna
Presuntuosa,
la lisérgica coyuntura
se olvida de la gillette
que
quedó dormida
en
la espina dorsal.
Jacuzzi
Cuando el tanque de agua
vulnere la hendija,
será el líquido cálido
de la lumbrera
el que configure otro
amanecer viral en la boya.
Gimen los mingitorios
El sonido primal
de lo no retornable,
lo convulsivo
preserva la fauna y la flora
de los anaqueles existenciales
del intestino delgado.
FAST FOOD
Promo
La
lombriz
arrastra
el castigo,
se
arrastra hasta el alambre
para
vaciarse
y
bosteza,
el
letrero de un Mc Donald´s
la
invita a pertenecer.
Ella
siempre prefirió
sacar
provecho del plato ajeno,
y
disipar el combo
que
sale con fritas.
Aderezos
Otro
labio manchado.
La
marca poda la piel
de
todo eso que fuimos
cuando
no había luz.
El
pan caliente
se
unta en la garganta
hasta
envasar el beso del choclo
y
acomodarse,
ya
no hay mas aderezos
en
la lima indigesta
de
todo acto normal
devenido
en superpancho.
Desguace
Bocetos
en
la marea
vaporosa
de la olla.
Un
súper sueño
supura
queso derretido,
cadáveres
sonoros
afloran
de la radio a.m.
y
carozos de aceitunas
son
lo único que queda
sin
triturar
en
esta escena acartonada
del
desguace
y
la prisa digerida.
Sonatina
Las
facturas pasan facturas.
En
la emergencia del azúcar,
impalpables
frituras
de vinilo
transitan
óleos,
emulan
chimeneas
de
ruido blanco
cerca
de un burbujeante licor
de
chispas que crujen y parodian
la
sonatina de los grillos
bajo
la anticuada alacena.
Una
lata de tomates
muta
en chatarra,
alberga
una
jeringa en desuso
mirada
con desapego y repulsión
mientras
se denigran
fósiles
de salsa
ante
el contacto de un periódico
que
alguna vez
envolvió
tomates peritas.
PUNTOS DE INFECCIÓN
Punto aerosol
Viciados
fotogramas
absorben
la
opacidad indivisible del aplauso.
Esporas
vitales
sin
celuloide:
nada
se mueve,
nadie
respira
afuera
del punto aerosol.
Punto aeroluna
Nuestra
diáspora
de
vacuidades.
Anagramas
con
flash
contra
todos
y
cada uno de los planos detenidos,
la
periferia mengua
hasta
llegar a Capricornio.
Punto aerotierra
Un
paria mudo,
la
voz excluida de toda exclusión,
se
vela un rollo
y
la imagen soslayada
despunta
lo ajeno a la superficie
para
gestar las coordenadas
del
movimiento de traslación.
Punto aeromar
La velada simbiosis
de un faro
delineando la sal
se convierte
en ceniza de cigarrillo.
¿Sueñan los pulpos
con cazuelas de náufragos?
SORTIJAS ELEMENTALES
Nomenclaturas
Nomenclaturas
Rótulos
de un prefijo tuberculoso
alteran
la sangre que reniega
de su pasado arterial,
nomenclan
otro vulgar sueño hipodérmico
vestido de cal viva.
Al borde de una camilla
ociosas peripecias
se hospedan
en adulterados vaticinios
(la sana costumbre
de un crepitar promiscuo).
Encapsulada en la piel de una oruga,
la figura turística del enfermero
anestesia mañanas,
la vulgaridad es ahora algo más
que la mítica asepsia
y todo lo que se olvida
al despertar.
Cosmogonías
Yo
también tuve una muñeca
pero
jamás pudo verme.
(Del diario de
Barbie)
(1)
La
ingrávida cosmogonía de ciertas ostras
al
sur de todo grano de arena
deja
sus marcas en la playa
donde
acaba el pavimento
y
nos duele la ropa:
inacabadas
formas
de
componerse a horario;
mirar
lo que pasa
como
si no pasara nada,
después
vendrán los hijos
de
otra costa desnuda
a
morir de agua.
(2)
El
peso lunar preserva la cíclica estocada,
nocturnas
brevas de alimañas
vislumbran
el pasillo de un caracol.
En
medio de la marejada,
mil
rocas adhieren sus cabellos
a
lo traslúcido en las algas,
leyendas
de perlas y predadores
reducidas
al plagio de lo pétreo.
Sobre
el cuarto menguante
la
insolencia de la espuma
dormitando
en el espiral
de
un pozo de agua.
Sortija
Guardó
un secreto
entre
rejas de alfileres,
saboreó
un zigzag de autitos chocadores
arropados con navajas,
masticó
todas las cruces,
vomitó
los cristos
y
no hubo
cura, brujo ni médico de guardia
que
pudiera calmar el mareo
y
adormecerlo
sobre
el vientre de un carrusel
heliocéntrico,
bajar
el brazo extendido,
y
cerrar los ojos
del
caballito de madera.
A
medida que pasa el tiempo
van
cayendo uno a uno
los
barrotes,
el
punto de suspensión
se
mantiene invariable
en
su tertulia de engranajes
sobre
el eje rotacional de la tierra
pero aún no se ha revelado
el
mejor de los secretos,
ese
que todos quieren guardar
para
seguir dando vueltas.
Kimono
colorado
Un
prolapso rupestre
de
ascensores
desafía
la liosa gravidez
hasta
que irrumpe el impacto
en
la composición rasa del espacio.
No
era menos que el desenlace en la escena de rubias,
los
esquimales congelados aguardaban el saludo final
silenciados
en la oscuridad de los camarines.
Cuando
había luz
todo
teatro podía convertirse en iglú,
pasaban
el resto de las horas
asumiendo
papeles secundarios,
tomando
baños de sal en un géiser
confitando
la escarcha boreal
que
despiden los trineos desbocados,
troquelando
muñequitos de nieve
con
olor a incienso
para
no dormirse en los interludios,
la
horizontalidad de una línea entre acto y acto.
No
era más que la intervención ulterior de las morochas
simulando
el rol de las estalactitas,
colgadas
del semicírculo del techo
como
arañas seducidas por el fuego
y
su armonía imprevista.
Los
confines insurrectos de la tierra
intuyen
la proclamación endémica de una escalera,
y
toda bata inquilina se desliza
entre
blancos cabellos
que
simulan peldaños
desde
los epitafios de guiones pretéritos
hasta
la boca de un iceberg.
Taxi-Dermia
Embalajes
y metales,
disecciones
y displacer,
disecados
en un lóbulo,
reflejados
en un glóbulo,
nos
diluimos
sin
solución de continuidad.
Prismas
y dermis
prisioneros
de panaceas inútiles
recorren
el mundo
en
vehículos de alquiler.
Fascinados
por el vértigo,
designados
por lo sórdido,
nos
permitimos vacilar
cuando
baja la bandera
y
una planicie contaminada
por
las callosidades
de
un pigmeo arcano indescifrable
nos
somete a la disolución,
a
la discontinuidad de la tardecita.
Fantasmas
(1)
Nunca irás con tus cadenas
de olvido
fuera de esa selva,
tu rostro está inquieto
y palpita la agitación
en las cavidades de los rayos.
(2)
Somos como gotas flageladas
por el impacto del acero inoxidable
entre los quebrantos del pacto
para volver a cero,
por la comisura de un agujero negro.
(3)
La cura virtual de los agujeros en la
piel
depende siempre del aburrimiento,
será por eso,
que no te veo esta noche
entre
la niebla y el grass.
Alta tensión
Por
los coágulos
de
las venas del velador
vagan
tu
pintalabios,
el
carro de la basura
y
las bolitas de vidrio
con
las que supe repletar de chico
los
pozos del baldío dispensado.
Un
escalofrío hecho río
dispara
lágrimas de rouge
arrastrando
un nostálgico voltaje
de
velitas de cumpleaños.
Después
de cada madrugada
hormiguea
al son de un melancólico anhelo,
casi
un hervor de bombillas
en
latencia.
Entonces,
habrá
que dispersar la congestión
hasta
provocar un contacto
para
que salpiquen las chispas
de
sexo toda la noche,
habrá
que dilucidar
la
trampa del fósforo
ante
la humedad que guía
las entrañas de todo ciclo avizor,
habrá
que eludir el trance de la luz
hasta
que alguien cambie la lámpara
o
encienda una vela.
CAVIDADES DEL RECREO
Ser rengo
Ser rengo
La
cata del catalán
simulando
los riesgos del vaciamiento
el
coto anunciado de los genitales.
Hubiésemos
querido acabar así,
como
un suspiro precoz adyacente
la
continuidad de una rueda
en
otra...
La
erosión de una almohadilla
enquistada
en la sepultura
de
una línea
era
escaldar la nariz violentando
con
la incipiente promiscuidad
de
un coito
hasta
sentir la rigurosa estirpe de un arpón
anclada
en la entrepierna.
Hubiésemos
querido acabar ahí
desde
un copetín cauto,
una
mirada,
nuestros
refugios sumariales
adormecidos
en los ojos
en
la ventana incauta
de
Goytisolo
sólo
en esta unción progenitora
desacatada
o siniestra.
Fuimos
algo más que una incógnita
un
francotirador diestro
en
la palma de la mano...
Hubiésemos
querido que el catalán
peine
otra línea en el glande
y
succione hasta blanquear.
Decir
que la imposibilidad
no
tiene términos,
que
la premisa mayor del coño,
la
menor de la verga,
concluya
en la sagrada periferia
de
un silogismo gastronómico.
Ser Bípedo
La
bola del bolita
revelando
el riesgo de implosión
de
un amargo esferoide tripulante
en
el último tracto intestinal.
No
pensábamos disgregarnos así,
en
un tardío barrido de pantalla
en
un monitor troquelado
por
piedritas adheridas
a
la periferia del abrazo
y
su esquina
de
puño inalámbrico.
La
ilusión de un papel glasé
era
arroparse
en
la sinfonía de un bastón,
empaparse
en la humedad de
una
boca arpegiada por madamas
y
anunciar la libido
en
una orfebre curva de piernas.
No
pensábamos disgregarnos
desde
un cóctel furtivo
a
una artesanal zanjada
de
cíclopes girando al descubierto
para
enderezar los inocuos chopos
como
si fueran un placebo
o
un vademécum
repitiendo
las cifras
en
su equinoccio cilíndrico.
En
medio de una fuga hecha billetes
fuimos
pariendo
una
insulsa madrugada.
Encontramos
sólo pleamares,
eclipses
de restos bipolares
hundidos
bajo el retrato de su norte.
Hubiésemos
preferido otra escena,
otra
historia de mulitas y camellos,
otra
mixtura diluida
en
ghettos y atmósferas.
No
tiene caso pensar
que
el pasadizo pierde la lógica
en
una tumba profana
para
expulsar
las
invariables metonimias
de
toda anestesia.
.
Nuestro Andrés
Tu
agujero predador me habla;
me
dice todo lo que un agujero predador puede decir
y
me toma, quiere que lo tome
hasta
succionar desde la nuez
todo
el cuerpo pretérito.
Sorber
una peatonal,
una
calesita lejos del estiércol,
una
manzana meliflua
que
pegue los pezones
al
domingo de Ramos,
la
resurrección potencial
de
la carne en el nácar
la tracción a sangre de todo compromiso,
la
ración diaria, tu ayuno,
mi
abstinencia, tu jarabe antitusivo
mi eyaculación precoz.
En
las pascuas siempre llueve
( como en el día de los muertos
se secan las flores),
el
colectivero tendrá que conducir
sus
pasos hasta la casa,
el fletero deberá incendiar
lo que queda de los muebles,
el cartero podrá leer nuestras miserias
y ciertas postales de cuaresma.
En
ascuas nos vimos una vez
hasta
que la sequía nos bendijo,
otro oráculo predijo un aluvión de manchas
anchas
formas de recrearse,
avanzar
a lo abisal,
adormecer lo ínfimo y la pléyade
atizar la reticencia,
lo
amorfo,
el
porte aniquilante
en
la descompostura,
la piadosa furia de un basural
hecho aerolito,
los
restos de la ciudad perdida
como
un vecindario servil
que
escape de una palabra absoluta
y
se componga
en el complaciente aguijón del veneno
y la perseverancia de las papilas gustativas
ante un famélico rocío.
Tu
agujero predador me escupe;
me
moja todo lo que
un
agujero predador puede mojar
y
me alivia, quiere que lo alivie...
Cavidades del recreo
La
alergia posiciona sus mucosas
en
un punto demasiado trascendente.
El
polen atesora un estigma
en
su ínfimo registro
y
no vemos
la
endémica filigrana del refugio
disecada
por su ósmosis congruente.
Cada
orificio tendrá que adentrarse
en
las cavidades del recreo
hasta
que vuelvan los pliegos cetrinos,
el
papel higiénico proxeneta
o
los toneles desvencijados
en
los bordes del labio
pero
vemos
que
el viento también hace lo suyo,
remolinos
insistentes determinan
la
implosión del estornudo,
la
invisible congestión
de
narinas diseñadas
para
el estrepitoso fragor
de
un pañuelo abanderado.
La concepción de las comisuras
Abjurar
de supuestas culpas
sosegado
en su hermetismo.
Claudicar
la espera en los pasillos
de
pedestres aranceles
aún
mojados.
Soportar
ordalías y sambenitos
ante
un achicharrador edil curul
de
plaga y peste.
Forzar
un momento sin oriente
un
acto de penetración
que
soslaye la impiedad del látex.
Eludir las cajas negras
que
acaparan datos para el FBI,
la
promesa de otra vida
después
de las alas.
Otro plagio más
Paquidermo al sol
enroscado en la válvula inmediata
enroscado en la válvula inmediata
y dispuesto a darlo todo sin recibir.
Mariposa de dios
delegada en el títere parkinson,
de un muñeco fotofóbico.
Los que nos hacen el daño
sucumben ante la infertilidad
del titiritero.
Camino al suelo no hay cielo
que crezca otra vez,
sólo un desierto ortopédico
enlodado en la esfinge tribal
y fábulas carcomidas
por los credos de un graznido.
Nada sirve para desenterrarte,
ni el corte ni la confección,
ni la siniestra cueca llena de
perfidia.
Meando en la olla
de los mezzosopranos,
como un rapsoda de fin de milenio:
simpáticas tonadas que ya tienen amo
estás devorando.
Ojotas y
musculosas
(1)
Concebir escudos
de
telgopor en bolitas
donde
rasque un dedo
y
se caigan los pedazos
sueltos.
Parar
un walkman
como
la guerra
en
la lucha
cuerpo
a cuerpo
y
la música de parches.
El
enemigo en la mira,
mira
como
revienta el mundo
mientras
tanto
creamos
héroes
de
ojotas y musculosa.
(2)
Maniatar
soldados
de
plastilina en rodajas
donde
duerma la pólvora.
Demorar
los comunicados guerreros,
para que se alivie un herido
como
la lava
en
la sal.
Partícula
a partícula,
una
súplica de lírica,
una
bala en la ojiva
gira
como
el mundo
mientras
otros
deciden
quién lleva la ojota
y
quién la musculosa.
Último
grito de la tribuna
El gato ronronea
cerca del zumo de naranjas
y el tejido de crochet.
La ropa tiene un inconfundible olor a
viejo.
El gato supone
que la fetidez del hilo
excede el dolor de las agujas
o la apoteósica gentileza de un gajo.
Ante el consumo del néctar
presuntas complicidades
enrojecen hasta morir
en los pómulos.
Soporto las dosis de frescura,
la espuma de mar
se lava ante mis ojos
la arena está ácida, desierta,
molida y seca.
En el valle se fermenta
lo hueco de tus ojos.
Mi cuerpo se siente despreciable,
el gato va a atraparme
cerca del televisor.
Muero en sus garras
mientras observo en la pantalla
la hipnótica secuencia,
el
último grito de la tribuna.
Precipicios
La
actriz excedida en caroteno
aún
conserva
el
propóleo en sus enzimas.
El
colágeno satura la imagen
de
los años dorados,
ya
no hay garbo
solo
grietas en ayunas
y
plastilina incendiaria.
Dentro
del sismo
la
escena de los enanos
repele
sus garabatos erguidos
de
silicona aplastada.
Tal
vez alguien haya visto
a
la polaquita desvestirse
entre
los escombros del baldío.
Su
agitada desazón,
por
no ser ni siquiera extra
en
la histeria del cosmos
y
la sima insurgente
en
la historia de mocos,
la
misma cirugía de siempre.
En
los precipicios basta saberse muerto
para
solazar la caída
y
lo que queda de ella.
Caída
libre
Anormales mármoles del morbo
dosifican somáticas peripecias
para que una sustancia psicoactiva
flagele a un changarín
y la luna permanezca ajena
al croquis del siniestro.
El andamio desvencijado
cede ante la perpendicular hegemonía
del rascacielos
y no hay forma
de perecer en la caída libre
como el espacio angular
de cada fístula.
Aperturas y cerramientos
Cerrar
una llave
para
que duerma el agua
en
los caños
y
se potencie
el
mínimo rocío del eco
en
cada espasmo de gotera.
Abrir dos puertas
para
que pase el viento
a
la intemperie,
cargándose
una alfombra
en
desuso.
Cerrar
un paraguas
para
heredar al suelo la desgracia.
Abrir
un cajón
para
aliviar la reclusión
de
fotos arcaicas.
Surcir
un remiendo
para
alejar del hueco
las sobras de un banquete peripatético,
abrir
dos piernas
para
entrar
por
donde hemos salido.
CELEBRACIÓN DE LA
BOTELLA
Botelleros
Botelleros
El ciruja degusta el
olor a humedad
de las grietas que
anidan
en los barrotes de su
frente.
Adivina la mortecina
trampa
de sabores pasados
mientras oscila un
pontón
entre sobras, migajas
y la anorexia de los
cartones corrugados.
La noche coagula
senderos liláceos,
el vaso asume su
papel de simple mensajero.
Afincados en el
aliento,
rumores de vapor
escapan
como siseos
alcoholizados
y vehementes.
Entre las botellas
vacías
el burgués descarta
otro amanecer
que el ciruja
recolecta
mientras ambos
flotan diluidos en el
aguardiente.
Insomnio
Perpetuo estúpido nocturno desvelo.
Un sueño gelatinoso
acaba con el estupor
a boca de jarra,
y la botella celebra otro ocaso perimetral,
acaso un señuelo del insomnio
para postergar la obviedad
sin premoniciones,
acaso la aridez de la ojiva escarlata
horadando la sien
y daguerrotipos blandiendo
espadas de humo.
La
cóncava eclosión difuminada
no
mece el párpado,
lo
aniquila hasta eclipsarlo.
La
náusea todavía perece,
su
apotema inmola los restos
en
el viejo abstemio,
en
la vigilia coagulada
de
un hijo de puta que no duerme.
Artificios
(1)
La bengala que
atraviesa
el fuselaje del árbol
no es más ni menos
fellinesca
que los años nuevos
que festejamos viejos
sin sidra en la
botella.
(2)
El disparo que se
adivina
entre el concierto de
festivos retumbos
apenas minimiza la
tragedia
de la pendencia
post-sidra
que sacude hasta las
raíces
de un arbolito de
navidad.
GEODESIA[5]
No hay tono
La furia ocular
traspasa el mentón
sumariante
ahogado por la constelada
monotonía
de un océano papel oficio,
disecado en un monólogo
tan anegado y análogo.
Nubes de dinero se tatúan
en afiebradas pupilas,
todo es un cromático caos
de uso y abuso.
Archivos triturados
duermen
junto a las polillas.
Una opiácea melodía
atraviesa
la oquedad de los
pasillos
y se masturba en la pizarra
de un niño boy scout
siempre listo para la
acción
en una oficina
sin tono de discado.
Suicidio hibernado
Suicidio hibernado
El
frío amalgama el desperdicio inspirativo,
la
gastronomía sufre astronómicas mutaciones,
drásticas
y erráticas.
La
ciudad se concubina con el peyorativo azar
de
la violencia urbana,
los
imperativos madrugados del desprecio
inusitado
e introspectivo.
La
foto sigue tiritando en huesos propicios
para
el fuego envestido,
los
deslices de la combustión fingida,
el
vuelco del ave rapaz
amordazada
por el brioso intento
de
la posible desaparición.
Hoy
no hay gas.
En
el loft, el tipo aburrido
se
quita la vida por décima vez
pero
en esta condenada ceremonia
la
bala se congela y no sale.
Los
rituales del despojo
amamantan
la agonía de las bragas,
dosifican
la enagua calamitosa
de
ese psicópata llamado invierno.
El orden del producto no altera los factores
Una
espesa miel de treguas
cubre
las plumas del guerrero
en
ascuas,
edulcorado
por
alfaguaras de paz.
La
disimulada paciencia
de
las abejas
concierne
a la inercia
de
todo pretexto humano
fuera
del enjambre.
El
farallón de las murallas
conmueve
las astas,
la
insensible pasta de las armas
se
desliza en polvorosa derrota.
Todo
límite telúrico
encierra
una granada enquistada
por
los modales del pómulo.
En
fogatas submarinas
se
destilan encantos
en
un último intento
de
transpirar horrores coagulados.
Crepitan
destellos
hasta
olvidar la intimidad
de
las matemáticas,
nadie
se avienta de las cifras.
Tigres
cebados
a
la luz del fogón
velan
los esmirriados
surcos
de la quiromancia.
Revelaciones
confortan
intervalos
de sexo
con
las indefinidas formas de gel
agriando
las runas.
Bucólica
Tenía
la frente ruborizada,
el
tótem deslucido en su corpiñito flojo,
los
ojos cóncavos,
los dientes convexos,
la
uña del dedo gordo del pie encarnada,
el
cutis desarrugado,
la palma de la mano destejida,
la
nariz gruñida,
el cabello subido de tono
y
una súbita coalición con los movimientos flemáticos.
Cuando
en su boca deshacía uno a uno los caramelos de goma
bastaba
comprender los soliloquios mandibulares
para
olvidarse del espesor de los chupetines con chicle,
y
caminaba, caminaba, caminaba...
Tupía
en su andar las plumas
que
las gallinas desparramaban en el patio,
después
recogía los huevos con una canasta dócil
hasta
batir la predicción de una tortilla.
Conservaba en su garbo la paciencia del pastor
guiando su rebaño hacia
un afable remanso melancólico.
Yo
siempre quise una nena bucólica,
que
suture las contusiones
internadas
en la periferia de la urbe,
que amalgame letanías y atribuladas espigas
ante un silo empinado,
que
se acueste temprano
y
se levante a ordeñar las madrugadas de cada ubre,
esas
manijas flácidas embutidas
en
la humanidad de las vaquitas.
¡Iremos
a congregar la siembra y nos tiraremos sobre una manta
en
la maleza, a ver las formas manoseadas
de
algunos nimbos!
¡Volveremos a despuntar arbolados en nuestra propia
sombra,
y no oiremos el zonda bordear con sus simunes
todo tipo de locuras!
Cuando me mire
volverá la adrenalina a su andamio persuasivo
y el jaguar hará su ajuar
en la pólvora de rubor domesticado.
Cuando
la toque,
será una cajita de música
o tal vez un ringtone,
se
harán prado los mosquitos,
pasto
los planetas
y
núcleo los meñiques.
Cuando
me toque,
sabrá
que toda prominencia
es
invisible al tacto,
al
menos que don Cornelio
encienda
los reflectores.
Bucólico
Por una atómica
cadera
el campo del ojo
cosecha retinas
sin espigas.
El pajonal sostiene
un verdor de
murmullos,
alitera cizañas sin
focos
ni dioptrías,
hechiza la sombra
detenida en un surco
que no parpadea.
Bodas
de sangre
A Federico García Lorca
La
dote se inmola
en
un tajo de acero extasiado,
cubre
la sábana promedio
con
címbalos y pétalos,
sobrevuela
escalinatas,
inoxidables
manteles bordados
y
una tarjeta de Andy Warhol
como
exenta
de
toda fumigación civil
en
los avatares
de
una uña.
No
es difícil adivinar
la
medida de la sangre,
una
anárquica pulpa de cereza
que
corre tras sus pasos.
Un doping heroico
La
leyenda no recuerda
-injustamente-
a
los caballos
de
los héroes dopados.
Nadie
soporta una cabalgata
descalzo
con
el aura del escudo;
el
billete devaluado
consume
los bolsillos
y
preserva de otro modo
el
poder amorfo de un jockey
montado
en cierta cúspide de falacias,
el
glamour de los estribos
o
la cabeza del pony.
Ya
no importa si hay envites
o
cheques desfondados
purgando
la delicadeza
de
este morbo.
La
leyenda recuerda
-justamente-
a
los héroes
de
los caballos dopados.
América
A José Martí
Un
muñeco
modelado
en arcilla
con
la figura de un conquistador
adorna
el trasto,
una
flecha clavada en la nuca
del
viejo cacique
respira
condenas.
Una
danza
suplicando
por lluvia
tras
la sombra de un chamán
traza
gélidos infiernos,
el
suelo regado por la sangre
de
una espada
sólo
trae sequía.
[1]No se conoce la existencia en
cualquier otra lengua de un equivalente a la palabra coránica Zakat y del significado que conlleva. No
se trata sólo de una forma de caridad, impuesto o diezmo. Es un deber impuesto
por Dios y asumido por los musulmanes en beneficio de la sociedad en conjunto. Dar
el Zakat significa "dar un porcentaje especificado sobre ciertas
propiedades a ciertas clases de gente necesitada".
(Fuente: EL ISLAM EN LÍNEA, http://www.islamenlinea.com/)
[2] Es la variación aparente de
la frecuencia
de cualquier onda emitida, ya sea luz o sonido,
cuando la fuente de la emisión se acerca o se aleja del observador. Este
principio físico lo describió por primera vez el físico austríaco Christian Doppler, en 1842. De
este modo, cuando un objeto se acerca al observador, sus emisiones se
comprimen, aumentando la frecuencia, y cuando se aleja se expanden,
disminuyendo la frecuencia. Este efecto explica por qué cuando una fuente de
sonido de frecuencia constante avanza hacia el observador el sonido parece más
agudo (de mayor frecuencia), mientras que si la fuente se aleja parece más
grave. Al igual que ocurre con el sonido, las líneas del espectro luminoso de,
por ejemplo, una estrella, se desplazarán hacia el rojo si la estrella se aleja
del observador o hacia el azul, si ésta se acerca. (Fuente: Wikipedia, La Enciclopedia Libre)
[3] Doctrina
según la cual una misma alma puede animar sucesivamente
varios cuerpos, ya sean humanos,
animales o vegetales.
[4] Se atribuye
al tirano siciliano Falaris el uso de un instrumento de tortura consistente en
un toro de metal hueco, donde se introducía a los reos. Luego de cerrar la
abertura, el toro era puesto sobre fuego y, al quedar incandescente, los gritos de la víctima sonaban como
bramidos de un animal verdadero. Este método fue incorporado más tarde
por la Inquisición.
[5] El término Geodesia,
del griego
γη ("tierra") y δαιζω ("divisiones" o "yo
divido") fue usado inicialmente por Aristóteles
(384-322 a.C.) y puede significar, tanto "divisiones (geográficas) de la
tierra", como también el acto de "dividir la tierra", por
ejemplo, entre propietarios. La Geodesia es, al mismo tiempo, una rama de las Geociencias y una Ingeniería.
Trata del levantamiento y de la representación
de la forma y de la superficie de la Tierra, global y
parcial, con sus formas naturales y artificiales. La Geodesia también es usada
en matemáticas
para la medición y el cálculo sobre superficies curvas. Se usan métodos
semejantes a aquellos usados en la superficie curva de la Tierra. (Fuente: Wikipedia, La Enciclopedia Libre)
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